El 18 de septiembre estuve hablando de El olor de los ausentes en la
librería de mujeres. Un espacio con encanto, con personalidad propia, con olor a letras.
Izaskun, su dueña, acondicionó el lugar de tal manera que me pareció la sala de estar de una casa acogedora. No puedo negar que, cuando me invitó a sentarme en el pequeño sofá negro, estaba nerviosa, un nervio de responsabilidad y respeto por todas las personas (conocedoras o no de la novela) que amablemente se acercaron para escuchar y compartir una hora de tertulia.
Nada más comenzar a hablar, noté el interés de Izaskun por conocer cómo es escribir una primera novela en solitario, qué de especial tiene el trabajo de elaboración de una historia ficticia, cuáles son las sensaciones de un escritor a lo largo de la creación de una obra. Eso me reconfortó y me tranquilizó, inmediatamente noté que mi criatura, por la que había estado tanto tiempo trabajando, despertaba, por lo menos, una gran curiosidad.
Y se abrió el turno de preguntas y en ellas me sentí canaria aunque para mí la literatura sea universal y noté que los personajes toman vida propia no solo en la mente del escritor y, a otros buenos escritores que aún no se han atrevido a dar el paso o solo les falta una pizca de decisión, les animé a que se metieran en la aventura de crear sin mirar en las consecuencias futuras, solamente por el placer inmenso de escribir.
Y hablé de mi novela, de la aventura literaria que fue crear la historia de amor de Juan y Rosa, de las herramientas usadas, de la obligación de luchar por una literatura de calidad, de la originalidad de sus dos finales, finales diferentes pero complementarios donde el orden de los factores no afecta al transcurso inevitable de los acontecimientos.
Y sobre todo terminé con un gran sentimiento de gratitud: por la amabilidad de Izaskun que nos dejó su espacio hasta el final, sin prisas. Por el apoyo de todos los que me acompañaron y que me regalaron esa mirada de satisfacción que se transmite cuando no se nota el paso del tiempo. Por haber conocido a personas que aman la literatura y que dedican su vida a fomentarla y apoyarla, trabajo arduo en los tiempos que corren.
Gracias a todos los que aún les merece la pena seguir leyendo. Gracias.