La vida es redonda, redonda en sus gustos.
No consigo recordar cuando entré en la rueda de la fortuna.
Quizás me apuntaron con la flecha de cupido. Casi no reconozco los primeros
años. Pero ahora pensando nada fue por casualidad.
Estoy convencido que formo parte de un engranaje. Una sólida
maquinaria en la que las variables no existen, con infinitas dimensiones y
multitud de planos. Que me arrojaron a ella siendo una molécula, un diminuto átomo
que se transforma y ocupa el espacio, y que vaga por esta espiral. Camino
infinito de aventuras.
Me voy encontrando con diferentes elementos, aquellos que me
hicieron persona: la supervivencia, el miedo, la amistad, el placer, la
inteligencia, la duda, el amor, las arrugas, la soledad, la fortaleza, la
enfermedad…
Y aunque el tiempo parezca lineal, me envuelve con brazos de
acero, volumen infinito que me engloba y me enseña un juego de estrategia
difícil de resolver. Un día conoceré a alguien que será crucial en mi vida. O
viviré una experiencia que enlentecerá mis giros. O quizás me empeñe en un
proyecto que me hará vagar a la deriva, pero siempre dentro de una órbita.
Por eso, cuando estrecho mi mano sé que no es en vano y que
esa energía alterará el orden del planeta. Y si doy un beso las consecuencias
podrán notarse en el extremo opuesto del mundo como un tsunami sin freno. Y si
lloro, mis lágrimas a lo mejor rieguen parte de la tierra seca. Y que un sueño
sea un trozo de pasado o de futuro, o quizás parte de una película que, por
desgracia, algún día tendrá su fin.
Nada es por casualidad.
Me encanta Inma, es precioso!!!
ResponderEliminarCierto, nada. Qué bien escribes.
ResponderEliminarMe ha gustado ese divagar por los cauces de la vida.
ResponderEliminarPura emoción en un envoltorio impecable. Muy bueno!
ResponderEliminarQué buena esa espiral repleta de vida esférica, sin parar de girar enriqueciéndose, esa vida nada casual sino completamente decidida. Estupendo, Inma
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