martes, 3 de diciembre de 2013

Un mundo al revés

El niño jugaba con la caña de bambú, trepaba por ella con los pies descalzos y los dedos engurruñados. Una y otra vez llegaba a la punta y se quedaba boca abajo mirando como el cielo y la tierra se unían en una línea infinita.
Tomaba impulso y... ¡Alejop! daba una voltereta en el aire para caer de puntillas, a plomo, sobre la tierra mojada sin perder el equilibrio.
En cada escalada miraba el mundo al revés, con la camisa plegada en su barbilla, el ombligo sobresaliente y el flequillo balanceándose al compas del impulso.
Un, dos, tres, su cuerpo ovillado en un doble salto mortal. Un, dos, tres, cada salto más altura. Un, dos, tres, el tiempo parado en cada cabriola.
Un niño, una caña de bambú, un rayo de sol y un mundo al revés.

3 comentarios:

  1. Esa inocencia, sin perspectivas, sin prejuicios, sin reglas, con la libertad que da el estar libre del conocimiento, para volar libre y cabriolar.
    Tienes una sensibilidad interesante para el cuento. ¿Será que se te cuela ese mundo por los pliegues de tus manos?

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  2. Ese mundo del revés es el poder que tienen los niños de ser libres, de mirar sin prejuicios.
    Maravilloso!

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