lunes, 25 de noviembre de 2013

Andrés Neuman: Uno de los grandes de la literatura.

Andrés Neuman

Conocí la escritura de Andrés Neuman por casualidad, como pasan las grandes cosas, tras recibir un agradable préstamo de un buen amigo: El viajero del siglo. Libro que leí con mucha expectación por su gran crítica y por ser el premio Alfaguara 2009. Comprobé que no exageraban lo más mínimo.
Lo que más me ganó de su literatura es la habilidad que tiene Neuman para elaborar sus personajes, como adecua la voz a la personalidad de cada uno y como va edificando una gran historia de amor haciéndonos partícipes del día a día de sus protagonistas. Sólo os contaré una cosa de este libro que me impactó y que me hizo enamorarme de su literatura y hacerme incondicional de su obra: En el viajero del siglo leí la escena más sensual que he leído nunca, diréis: ¡Ah, qué cosa más común! No es nada común elaborar una escena erótica y sensual con los pequeños defectos que tenemos los humanos. Una genialidad que no se me ha borrado de la mente. Eso es lo que yo llamo llevar la literatura a la tierra, a lo real y cotidiano.



Después de poco tiempo me compré: Hablar solos.
Si quedaba algún resquicio de duda de mi fidelidad hacia su literatura se disipó con este libro. Neuman es capaz de ser uno de los  escritores más versátiles con respecto a la creación de personajes que he leído. Y lo consigue con esa verosimilitud que pedimos los que disfrutamos leyendo, introduciéndose en la piel de cada uno, da igual que sean niños, hombres o mujeres a todos los clava con igual perfección y genialidad. De nuevo una obra maestra que recomiendo fervientemente.


Llevaba unos meses que no había leído nada suyo y ya tenía mono de su literatura y me arriesgué con:
Hacerse el muerto, un libro de relatos curioso y original. Ahora estoy enganchada a los relatos y estaba segura que Neuman no me iba a defraudar. Y no solo sigo fiel a su literatura sino que además he aprendido mucho con sus decálogos que, no tienen desperdicio.

Me queda la añoranza de saber si Andrés Neuman en persona es el genio que se vislumbra en sus letras, saber si es humilde como los grandes y si me chocaría la mano con la que crea esos mundos que para mí son únicos.

De momento, como soñar es gratuito, yo sigo afincada a sus letras con la esperanza del que añora conocer a su ídolo, pero sabiendo que nunca me faltará en mi gaveta un libro suyo donde perderme.

sábado, 16 de noviembre de 2013

Ser o no ser

Es extraño encontrarse un cráneo en la orilla de la playa, más aún si esa calavera resulta familiar, tanto como que al cogerla descubres que es la tuya, tu propio cráneo olvidado tiempo atrás, un día que necesitaba meditar sentado en la arena con las olas salpicando salitre en las cuencas de los ojos.

Sí, dejé mi cabeza olvidada por un desdén de conjeturas espesas capaces de hacerme olvidar lo primordial, el propio yo. Un yo solitario que intentaba arreglar los desequilibrios humanos, que pretendía cuadrar las horas del día para que el puzle de la rutina no perdiera su pieza central, que esquivaba cuchillos con sonrisas escandalosas,
alejando los malos farios intuidos en las miradas sórdidas que vigilan el éxito.
Olvidarse de la cabeza sólo le puede pasar a un ignorante descuidado, a un patán con aire de filósofo que juega al “ser o no ser” con su propio cráneo. Sólo le ocurre al que se mira el ombligo sin ver el final, sin percatarse que el hueco acaba donde empieza la primera cicatriz de la vida.
Estoy por dejar en la orilla también mi cuerpo, para ver si la casualidad une la división y por fin se juntan pensamientos con deseos, sentidos con movimientos, sueños con realidades.

Estoy por quedarme aquí quieto, sentado en la arena, contemplando el mar de mis propios recuerdos.

martes, 12 de noviembre de 2013

Con la mano en el corazón

Los dientes de hojalata, las pupilas interrumpidas por cristales esféricos caracoleados, tentempiés en el pelo como tornillos engominados imposibles de doblar.
El pecho rígido con una medalla que sobresale en el lado derecho, avatares de la lucha que lleva batallando durante trece años.
El cuerpo enjuto, huesudo, se podía decir que hasta robótico. 
Los andares cortos y cabizbajos interrumpidos por trotes impuestos durante treinta minutos al día y que pronto se olvidan tras diez horas silentes que suman aburrimiento.
Sudor salado, que amarillea las ojeras, que cuartea las camisetas y despega las suelas de los zapatos.
Retortijones que rompen el silencio impuesto por las circunstancias. Mejor no ver a nadie, mejor ni rozar, mejor no respirar, mejor saltar, mejor no hablar, mejor reír.
Ser persona es soñar sin ronquidos, comer sin pastillas, correr si apetece, voltearse en la hierba, silbar aunque humee, morirse de frío, sudar de calor, crecer en gordura o adelgazar sin obligación, es soñar con tus hijos o escalar las laderas.
Pon tu mano en su corazón. ¿Sabes? eso que sientes no son sus latidos, es la máquina del tiempo que un día olvidaron dentro y que pronto se parará.
Por mucho que te empeñes, ese chico no es humano.


lunes, 11 de noviembre de 2013

Hoy: Una de sensaciones:


Una luz diferente;
Tener sapos en la garganta;
Llorar arena;
Respirar espuma;
Aumentar las pulsaciones;
Reír hasta dolerte la mandíbula...

La mía desde que he abierto los ojos: 
-La vida corre demasiado deprisa.

jueves, 7 de noviembre de 2013

Isla nada. El último libro de Víctor Álamo de la Rosa

Un libro que catalogaría de gran experimento.
Sólo los grandes de la literatura, sólo los escritores de verdad, son capaces de marcarse metas literarias diferentes que, no por ello, son menos auténticas que las ya conseguidas.
Con este libro Víctor Álamo de la Rosa experimenta, si, con todo lo que ello conlleva. Experimenta con una trama extraña, experimenta con las palabras, con el espacio y el tiempo, con el sexo, con los personajes, con un nuevo concepto de la literatura contemporánea.
Este nuevo estilo literario es lo que más le puede llamar la atención al lector acostumbrado a las letras de su ya consagrada carrera. Pero Víctor, gracias a Dios, es benévolo, es considerado con sus seguidores y no hace esta transición de golpe y porrazo, dejándonos a los que somos asiduos a su lectura al filo de un abismo, no, lo hace mezclando capítulos de su inconfundible estilo con una nueva propuesta literaria.
Víctor se permite el lujo de llevarnos de la mano, pero a saltos, desde la vida de Luisón Montoto, personaje único, de los profundos y viscerales, de los que tienen una voz que te habla al oído y te introduce en la historia como partícipe de momentos de desconcierto, amor, pasión, celos e incluso sexo que roza la pornografía literaria, hasta una aventura loca y extraña de un piloto alemán Philip Vernerg que quiere, a toda costa, exponer en un zoológico las vidas ajenas, los defectos, las miserias y las verdades de un grupo de humanos de diferentes partes del mundo.
La trama de por sí ya es diferente, pero yo como lectora me quedo con su experimento, con ese ir y venir de su clásico estilo herreño al vértigo de lo nuevo, de lo extraño, de lo universal, de aquello que ahonda en la mente del lector y que te hace pensar, reflexionar y labrar una huella imperturbable en el tiempo, la huella del que es grande en la literatura.
Me lo he pasado muy bien leyendo “Isla nada”.

Gracias Víctor Álamo de la Rosa.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Joyas de la literatura

Como en un libro abierto
leo de tus pupilas en el fondo.
¿A qué fingir el labio
risas que se desmienten con los ojos?

¡Llora! No te avergüences
de confesar que me quisiste un poco.
¡Llora! Nadie nos mira.
Ya ves; yo soy un hombre… y también lloro.


Gustavo Adolfo Becquer