miércoles, 25 de noviembre de 2015

En el TEA con Mª Jesus y su club de lectura

Nunca me cansaré de repetirlo. No hay nada más gratificante para un escritor que sus lectores comenten su obra.

Ayer tuve el placer de compartir nada menos que dos horas con el club de lectura que se reúne en el TEA (Tenerife espacio de las artes). Fue toda una experiencia. Casi todos se habían leído El olor de los ausentes y, muchos de ellos, hicieron un análisis cuidadoso y exhaustivo de su lectura. Tere hizo un bonito repaso por mi biografía literaria, no me lo esperaba. Con sus palabras rompió el hielo y me regaló una primera acogida muy emotiva. Algunos, como Julio, anotaron frases, imágenes y párrafos que nos hicieron meditar, no solo sobre el contenido de la novela, sino sobre otros muchos aspectos de la vida. Y Andrés me confesó que se la había leído dos veces (todo un privilegio para mí) y, aunque no presumía de ser un lector profundo (aspecto que dudo), yo os aseguro que su lectura le despertó cuestiones que muchos hasta ese momento no me habían planteado, tanto del fondo como de la forma en que está escrita. Mª Jesús se dio cuenta de detalles que solo alguien con una lectura profunda es capaz de captar. Y todos, absolutamente todos, me acogieron con una amabilidad impresionante.
Quiero darle las gracias a cada uno de ellos. No me acuerdo de todos los nombres (Mª Jesús, Ana, Julio, Andrés, Paco, Gloria, Esther, Dácil, Tere, Jose Luis...) porque eran alrededor de veinte personas las que me acompañaron, pero os aseguro que no me olvidaré de sus rostros ni del momento tan maravilloso que me hicieron pasar.

La tarde se lleno de olor a literatura.




jueves, 19 de noviembre de 2015

Miel y locura

Hay personas eternas que jamás nos abandonan por mucho que pase el tiempo.
Recuerdos que vuelven a la luz de un aroma, al sonido de una palabra, o tras el roce de una piel conocida.
Sentimientos que nunca desaparecen por mucho que las sombras traten de oscurecerlos.
Y pensamientos insistentes que solo pretenden dibujar una sonrisa.
Hay momentos únicos, personalmente nítidos, que necesitamos revivir.
Secretos evocadores que son inconfesables.
Anécdotas que han escrito una página importante en nuestra historia.
Y labios que impregnan un manantial de ternura.
Hay palabras que engrandecen la importancia de existir.
Sonidos que nos hacen dichosos.
Caricias que rejuvenecen el cuerpo.
Y verbos prohibidos que nos elevan a la luna.