miércoles, 20 de agosto de 2014

Impasse

-Mamá, somos muy felices, -le decía su hijo mientras bailaban pegados, cabeza con cabeza, para que no se les cayeran los pinganillos que compartían-.Un paso, vamos, escucha la caja, la que da el ritmo y, la otra pierna marca el baile. Así, muy bien.
Una canción y luego otra, entre ellas un impasse para ver si reconocían la siguiente canción. Seis kilómetros entre risas y tropiezos danzarines.
-Te quiero mamá, me encanta como somos.
Y la madre seguía bailando, como si no lo hubiese escuchado, pero henchida. Casi quince años y ahí estaba con ella, orgullosos de todo lo que tenían, sin desear nada más que vivir, no había felicidad más grande.
Ella siempre lo tuvo claro, no importaban los sacrificios personales, ni el agotamiento del día, ni los problemas de salud, ni la tristeza que a veces estaba vigilando su sombra.
-No te olvides mi cielo, las pequeñas cosas son las importantes, una sonrisa, una canción, un ritmo de batería, un abrazo en la mañana y el beso de buenas noches.

martes, 12 de agosto de 2014

Tiritar

No es frío lo que me despega la piel,
ni fiebre lo que me hace tiritar por dentro.
No es desgana lo que impide abrir las pestañas a la luz del día,
ni falta de fuerzas para retozar entre sábanas.
No es la claridad la que me ciega el aliento,
ni las palpitaciones las que no dejan respirar el aire de este cuarto.
No es la brisa la que hace esconderme entre almohadas,
ni las arrugas las que me impiden llorar.

Quizás fueron tus dedos perdidos entre mis piernas,
quizás la penumbra de tus labios en mis ojos.
Quizás el deseo de enroscarme entre tus vellos
y limpiarme la noche con tus jugos.
Quizás el no poder moverme atrapada por tu cuerpo
entrelazando el espacio que estrechamos,
o el sabor de sentirme mojada con tu lengua fresca.

No es frío lo que me tuerce los huesos.
Es derrochar mil momentos en uno
y convertir tu recuerdo en desvelo.

jueves, 7 de agosto de 2014

Albatros

(José Luis Torres Vitolas)
                                                     
Conocí a José Luis Torres Vitolas en un encuentro que hicieron en la sala Mac de Santa Cruz de Tenerife escritores Canarios y Peruanos. Me pareció un hombre sencillo, amable, cercano y, en su exposición, descubrí además que poseía esa faceta de los escritores buenos: facilidad de palabra, inteligencia y humor. Ingredientes fundamentales para decidirme a comprar su novela: "Albatros" ganadora de el premio Alfons el magnanim de narrativa.
Me comprenderéis cuando os digo que no pude resistirme.
Empecé con ella despacio, sabía que iba a encontrar una historia dura, tal como dice su resumen:
"Corrupción, narcotráfico, terrorismo, violación de los derechos humanos... Una radiografía absoluta del poder..."


(Novela Albatros)
Pero llega un momento que los lectores nos volvemos críticos también con el estilo literario y Albatros me ha hecho descubrir a un escritor que cuida detalles tan importantes como la construcción de los personajes a través de sus voces y sus frases, que te hace meterte en una sociedad donde el miedo se contagia, creando un espacio y una atmósfera dignas. Además la narrativa fluye progresivamente, sin prisas hacia un clímax difícil. No solo se ha de contar una novela, hay que transmitir para que te haga partícipe de ella.
No vale ser mero espectador, hay que conseguir que el lector huela, sienta, toque y eso lo consigue José Luis.

La literatura parece fácil para el que solo se limita a apretar las teclas del ordenador. Hacer una obra literaria es muy difícil y Jose Luis Torres Vitolas lo ha conseguido con nota.

Fue un placer conocerte y uno más grande descubrir tu literatura.

lunes, 4 de agosto de 2014

Matrimonio concertado

Un pañuelo en la cabeza y cubrirse el pelo esa es la señal de que eres mujer.
Yo nunca aprendí a hacerme la trenza tan perfecta como mi madre y taparla del todo, quizás porque no quería crecer.
Cuando me quedé embarazada de los mellizos lloraba si ellos lloraban, cuando jugaban me tiraba al suelo a jugar también, cuando se peleaban yo era la tercera en discordia.
Al nacer Nayik se derrumbaron las posibilidades de seguir siendo una niña.
Mi madre me lo decía, aunque no llegaba a comprender:
Te casarás pronto y tendrás que asumir el papel de esposa y madre.
Con quince concertaron mi matrimonio. Él era viejo pero amable, gordo y feo, calvo con bigote, manos arrugadas y recias.
Cuando me lo presentaron cerré los ojos. Creo que pagó bastante por mí, no lo sé, no lo vi, ni vi las monedas, ni las manos cuando me desnudó, ni vi el pañuelo cayendo al suelo, ni siquiera vi el nacimiento de mis hijos, ni noté cuando me tocó por segunda vez y por tercera, ni cuando bufaba, ni cuando me volvió a tocar, ni cuando engordé. No vi nada, ni mi futuro.
Abro los ojos cuando construyo un castillo de naipes. Los niños a veces me tiran las cartas y me enfado y protesto, pero vuelvo a colocarlas, el tiempo pasa muy deprisa entre carta y carta. En alguna ocasión ha llegado a tener tres plantas y abro mas fuerte los ojos pero siempre se caen cuando oigo sus pasos, las manos me tiemblan y los parpados vuelven a cerrarse.

El día que consiga construir uno muy alto, tanto que me sobrepase, ese día me refugiaré entre sus paredes antes de que se caiga y me aplasten sus cimientos.