En mi corta vida descubrí que los huesos crujen y que
los dedos de los pies se alargan al caminar.
En ocasiones sentí la lluvia empapar mis sonidos y las
nubes se desvanecían como acartonadas por la sequedad del aire.
A veces disfruté de los sabores del tiempo, de las
alegrías de los duendes y de las noches en penumbra contando historias semiinventadas.
Noté las burlas despistadas de la memoria y descargué
iras de las que no quiero acordarme.
Bebí agua, alcohol, saliva, encuentros y dejé atrás
posibilidades remotas, sonrisas eternas y lágrimas sinceras.
En mis cien años noté que el tiempo era más veloz que
mis piernas y que la vida se hacía demasiado corta.
Me ha emocionado. Mucho. Mucho.
ResponderEliminarEl tiempo imparable, imborrable, impaciente...
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