miércoles, 28 de mayo de 2014

Lo bello

Lo bello nunca se olvida.
Mañana hará un año que Juan se despidió de Marta. Lo hizo con las lágrimas contenidas y las manos en los bolsillos. Se negaba a sacarlas porque sabía que se pegarían a su cintura como un imán y no podría separarlas.
Juan, falso en sus palabras, iba construyendo la lápida de la mentira; que nunca la olvidaría, que pronto volvería, que estaban predestinados a estar juntos. Quizás eran palabras repetidas en su mente como auto convencimiento de una falacia, quizás la memoria de los momentos inolvidables a su lado, de esos besos prolongados en la oscuridad de la noche, de ese sabor perpetuo a deseo, de lugares señalados por el recuerdo de algo más que un encuentro casual.
Tenían un pacto de sangre, de esos que mezclan jugos internos con gesto delatores, un pacto de por vida, de los que traspasan tiempo, espacio y razones.
Marta siguió caminando por la carretera, recta, sin mirar atrás, anhelando un abrazo por sorpresa, un beso en la nuca o un eco que retumbara un te quiero.
Un año y los días disuelven la angustia y aburren la espera, pero no consiguen hacer desaparecer los bellos momentos vividos.

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