lunes, 4 de agosto de 2014

Matrimonio concertado

Un pañuelo en la cabeza y cubrirse el pelo esa es la señal de que eres mujer.
Yo nunca aprendí a hacerme la trenza tan perfecta como mi madre y taparla del todo, quizás porque no quería crecer.
Cuando me quedé embarazada de los mellizos lloraba si ellos lloraban, cuando jugaban me tiraba al suelo a jugar también, cuando se peleaban yo era la tercera en discordia.
Al nacer Nayik se derrumbaron las posibilidades de seguir siendo una niña.
Mi madre me lo decía, aunque no llegaba a comprender:
Te casarás pronto y tendrás que asumir el papel de esposa y madre.
Con quince concertaron mi matrimonio. Él era viejo pero amable, gordo y feo, calvo con bigote, manos arrugadas y recias.
Cuando me lo presentaron cerré los ojos. Creo que pagó bastante por mí, no lo sé, no lo vi, ni vi las monedas, ni las manos cuando me desnudó, ni vi el pañuelo cayendo al suelo, ni siquiera vi el nacimiento de mis hijos, ni noté cuando me tocó por segunda vez y por tercera, ni cuando bufaba, ni cuando me volvió a tocar, ni cuando engordé. No vi nada, ni mi futuro.
Abro los ojos cuando construyo un castillo de naipes. Los niños a veces me tiran las cartas y me enfado y protesto, pero vuelvo a colocarlas, el tiempo pasa muy deprisa entre carta y carta. En alguna ocasión ha llegado a tener tres plantas y abro mas fuerte los ojos pero siempre se caen cuando oigo sus pasos, las manos me tiemblan y los parpados vuelven a cerrarse.

El día que consiga construir uno muy alto, tanto que me sobrepase, ese día me refugiaré entre sus paredes antes de que se caiga y me aplasten sus cimientos.

5 comentarios:

  1. Un texto hermoso para una historia terrible.
    Demasiado dolor. Demasiada vergüenza.
    Inma ha vuelto!

    ResponderEliminar
  2. ¡Cuánta resignación! en "no vi nada, ni mi futuro".
    Hermoso texto, Inma.

    ResponderEliminar
  3. Tan común que duele. Pero es tan bello. Enhorabuena

    ResponderEliminar
  4. Ese juego del castillo de naipes es una genialidad. Siempre he pensado que la vestimenta en esa sociedad se comportan como eso precisamente, como castillos de naipes que guardan todo, que no enseñan nada, pero sumamente frágiles, fáciles de derrumbar sólo con una mirada.

    ResponderEliminar
  5. Qué cierto es Miguel lo que dices, tan fragil y vulnerable, que duele.

    ResponderEliminar