sábado, 15 de febrero de 2014

San Valentín

No soy valiente, aunque el mundo esté hecho para ellos. Probablemente confundí la valentía con el silencio. 
No fui el héroe de los cómics que aparece entre las nubes volando para salvar a la guapa protagonista.
No fui el amigo fiel al que no le cuesta decir te quiero cuando las ganas apremian. Ni siquiera degusté el placer de un apretón de manos o un abrazo oportuno.
No destaqué por ser el compañero de aventuras divertidas, ni contagié de risas momentos inolvidables.
Es cierto que siempre fuiste diferente. Tu olor no era la sorpresa del día sino el abrazo de la noche. Tu sonrisa no era la expansión de un momento sino el recuerdo de la eternidad. Tus miradas no despertaban la curiosidad por conocerte, solo abrazaban mi anhelo.
No fui el romántico que regala flores, ni interrumpí las tardes monótonas con frases cariñosas, no colgué muérdago en el portal de la entrada para besarte, ni siquiera San Valentín me prestó sus alas en febrero.
Solo esperé a que la energía del mundo empujara mi quietud, me aferré a lo incorporeo de los sueños y a lo etéreo de mi existencia, solo bailé la danza del deseo sin materializar mis miedos.
Por eso no creo en el día de los enamorados, en esa energía que vaga entre dos almas gemelas. No creo que la intuición haga real un amor, porque, aunque te desee a mi lado, sigues siendo un silente y volátil sueño.

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