martes, 22 de abril de 2014

Caras

Mujer, 30 años, media melena rizada, salpicada con canas apenas perceptibles.
Trabajo como administrativa de unos grandes almacenes. Manejo bien a los jefes a los que les pongo mirada sin fondo y expresión plana como paralizada, para no entrar en roces personales. Hay que pasar desapercibida delante de los grandes, la subordinación es la clave del éxito en el trabajo, así los de la planta alta sólo saben de ti por tu trabajo. No hay que meter la cuchara en la olla del dinero.
Con los empleados mantengo las distancias. Eso de: ahora mando yo, a algunos les gusta pero, reconozco que no es uno de los mejores papeles que interpreto, seriedad, palabras monosilábicas y graves, mirada por encima de las lentes y labios apretados. Demasiada tensión y esfuerzo cuando no se tiene condiciones. Agotador.
Diariamente voy al gimnasio, pero con distinto horario. Allí la sonrisa es la protagonista, me dejo llevar por la adrenalina  y escondo los complejos debajo de las mayas negras de licra y los sujetadores elásticos.
Con mis amigos salgo una vez cada dos semanas, es curioso como cambia el semblante y las palabras según hables con unos u otros.
Mi mejor amiga es Lidia, alta, rubia y pecosa, somos muy distintas pero conectamos desde el primer día. Es de esas personas con las que hablar es fácil, con las que el silencio es agradable y los músculos se dejan de notar. Pero ella no sabe que tengo secretos que nunca le contaré, hay que guardar una parte de la intimidad bajo candado de plomo porque hay terrenos donde no se puede deambular ni con tu mejor amigo.
Los otros habituales: Pedro, Jose, Susana, Teresa, Bicho y Mary son variopintos cada uno con un encanto personalizado en la mirada, los gestos, palabras y actos, pero con cada uno tengo bien definida la parcela de mi vida que quiero compartir.
Con mi pareja es diferente, soy diferente, más dúctil, más niña, a veces me dejo querer, a veces quiero. Sincera unos días, callada otros, cansada en la noche, risueña en la siesta. Quisiera decir que seguramente sea la persona que mejor me conoce, pero no es cierto, porque cuando me quedo sola, cuando el silencio aparca delante de mi y me abre la puerta, cuando la mente analiza las horas del día y el interruptor de las palabras ha formado frases que hasta dudas que sean tuyas. En ese momento comprendes que ni tú mismo te conoces, que eres mil y un personajes dentro de ti, que puedes caminar en la cuerda floja y al segundo ser el equilibrista más grande, que eres sabio en minutos e ignorante en segundos. Que lloras de alegría y ríes de dolor.
Nadie, ni yo misma, sabe cómo soy.


3 comentarios:

  1. ¿Quién puede presumir de verdad de conocerse a sí mismo?

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  2. Uno se conoce a través de los otros, dime con quién te relacionas y te diré quién eres...

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  3. Muy cierto. Yo soy yo y mis circunstancias, que decía el filósofo.
    Muy bueno.

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