Se cortó el pelo, necesitaba
resaltar los rasgos más profundos de su rostro, esos que en penumbra afean,
pero que con la luz del sol y un buen maquillaje hacen clavar la mirada a cada
paso. Los labios perfilados por un rojo caliente, los ojos grandes con una línea
infinita gruesa y negra, las pestañas enmarcadas con el rizo de un rímel pegajoso, los pómulos surcados por coloretes indios.
Delante del espejo rebuscó en el
joyero los pendientes que dejaban suspendidos los corazones rojos que le había
regalado el innombrable, la blusa ceñida resaltando un busto prieto de poder, sólo
dos botones cerrados y el ombligo hendido al aire.
Los tacones buscando la elegancia
de la altura anhelada. Ahora la postura, la mandíbula apuntaba al horizonte de
la seguridad, la cintura suelta bailaba la sensualidad, dejaba caer la rodilla para
resaltar su culo redondo.
No era extraño que cada hombre
que encontraba hiciera una mueca tragando saliva, que tuvieran que cerrar
varias veces los ojos con incredulidad, que se preguntaran quién era esa mujer
que los sacó de la realidad por un
minuto.
Pero ella iba directa a su
objetivo, a quién la despreció por su físico, a quién la humilló por sus labios
gruesos, a quién se mofaba de su frágil cuerpo de niña, a ese que no tenía escrúpulos
mientras explicaba sus defectos.
Se paró delante de la puerta,
levantó el puño sin vacilar, hizo el ademán de llamar cerrando fuerte su mano,
inspiró profundo y le llegó un leve recuerdo de su olor diluido en la penumbra
del zaguán.
Un temblor paró su gesto, ¿qué hago? pensó, sólo conseguiré
hacerme daño.
Qué bueno, Inma y qué bien relatado.
ResponderEliminarMil besos.
Gracias Isolda. Un beso para tí también.
ResponderEliminarIntensas y potentes palabras, Inma, estupendo texto.
ResponderEliminarMuy buena la transformación y el texto, excelente.
ResponderEliminarClavas palabras como agujas. Es una vuelta de tuerca al estilo Vinuesa. Me encanta!!
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